Cada día, vemos con mayor tristeza y frecuencia, que las parejas jóvenes deciden: separarse, o darse una tregua para finalmente terminar cada quien por su lado.
Desafortunadamente los jóvenes de hoy en día se casan con la mentalidad de que sea por un tiempo determinado y no con la plena conciencia de que un matrimonio debe ser para toda la vida como en los tiempos de nuestros tatarabuelos, bisabuelos e incluso de nuestros padres.
El que el matrimonio sea una institución para toda la vida ha dejado de funcionar, ya que los hombres de ahora desean seguir teniendo su libertad, para irse con los amigos, tomar hasta emborracharse, son irresponsables en cuanto a proveer lo necesario para el hogar o bien muchos de ellos no pueden cortarse el cordón umbilical en relación a los padres, pues prevalece la obediencia a estos antes que darle el lugar que le corresponde a su mujer.
En lo que respecta a las mujeres, desean realizarse profesionalmente, ya sea como ejecutivas, vendedoras estrellas, abogadas brillantes, etc, y no les agrada la idea de destacar como expertas en cocina, ni como eficientes limpiadoras de baños, ahora sus expectativas son trabajar fuera del hogar y ganar dinero, incluso aún más que el marido.
Por esto los divorcios se están convirtiendo en una plaga ya que los jóvenes no desean luchar por conservar la familia, y mucho menos hacerse 100 % responsables de la misma.
Lo lamentable en esto, es cuando los hijos están de por medio, ya que al decidir separarse los padres los únicos que terminan perjudicados son los pequeños.
Todo el amor que existía en aquella pareja, se transforma en odio, rencor y en querer vencer, al ahora enemigo, transformándose todo en una verdadera batalla campal, de la cuál debe de quedar un ganador.
Los hijos, llegan a sufrir considerables trastornos emocionales que deben de ser atendidos por un profesional que los ayude a salir del dolor que les provoca el ya no ver juntos a papá y mamá, incluso cuando llevan a cabo sesiones psicológicas y se les pide dibujar a su familia, se manifiestan los cambios; mamá e hijo son dibujados en la misma casa mientras que el progenitor aparece alejado del hogar y en otros casos ni siquiera aparece en el mismo.
Lo anterior nos demuestra que el niño siente muy a su manera, la ausencia ya permanente de cualquiera de los padres dentro de la casa que antes habitaban todos.
Situación muy dolorosa de manejar, ya que el cariño de los niños para con sus progenitores no puede cambiar de un día para otro.
Por otro lado, las madres se aprovechan de estar protegidas por la ley, y utilizan a esta para no permitirle al padre establecer ningún tipo de contacto con el menor, ya que automáticamente cuenta con la patria potestad de su hijo.
En cuanto al padre, este se encarga de presionar a la madre con la pensión económica a entregar mensualmente, realmente resultan cantidades irrisorias las que se establecen para la manutención del hijo, debiendo ser estas depositadas en el juzgado de lo familiar, sin olvidar que para con la madre no tiene ningún tipo de responsabilidad.
Por tanto, el asunto se llega a convertir en una subasta, ya que si el marido desea estar más tiempo con su hijo, tendrá la obligación de depositar una mayor cantidad de dinero, a más dinero más tiempo, menos dinero se traduce en menos tiempo.
Finalmente, después de las juntas de avenencia, en las que no se llegó a ningún arreglo, llega el día marcado para estampar las firmas en el acta de divorcio y ahora sí; cada cual por su lado, nuevamente a gozar de su libertad, pero ¿realmente la encontrarán?
Con el paso del tiempo los niños deberán acostumbrarse a convivir con el novio de mamá, con la novia de papá, con los hijos del novio o de la novia, a estar un fin de semana con papá, otro con mamá, duele realmente decir que se convierten en pelotitas que van de un lado a otro.
Ahora bien, la nueva generación al vivir la época de los divorcios, no cuenta con bases sólidas para formar y hacer duradero un matrimonio ya que los cónyuges se convierten en un artículo desechable de cuarto y hasta de quinto uso.
Resulta impresionante darse cuenta de la cantidad de divorcios actualmente, cada día es más común escuchar que fulanita, que mi amiga, mi hermana, la tía e incluso uno mismo puede estar atravesando por esta etapa de separación, la cuál en un momento determinado llega a convertirse en una etapa de duelo para ambas partes, pues aunque se desee ansiosamente el divorcio, no deja de ser un fracaso moral, emocional y sentimental.
Ya para terminar, te puedo confiar que en una época determinada de mi vida, lamentablemente viví junto a mi pequeña la dura prueba de la separación por motivos y personas que realmente no vale la pena mencionar.
En mi caso, aún existía el amor por ambas partes así que nos decidimos a empezar de cero, borrar todo el dolor albergado en nuestros corazones, dejar a un lado el sufrimiento encarnado desde el alma y florecer juntos los dos y nuestra niña.
Florecer a una vida donde el esfuerzo constante por defender en lo que siempre hemos creído se ha convertido en nuestro estandarte de lucha.
La experiencia adquirida se incrementa y dejas de cometer muchos de los errores que te empujaron a separar a la familia.
Realmente vale la pena esforzarse, luchar por conservar la familia, darse una y mil veces oportunidades para valorarnos el uno al otro y comprender que la familia y el amor siempre que uno al otro se traten con dignidad, respeto, confianza, entrega, responsabilidad, etc.; es indispensable para que las familias florezcan y permanezcan día a día juntas, logrando así, una efectiva vacuna para la enfermedad del siglo XXI.